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la historia ilustrada de un pueblo cubano

martes, 27 de enero de 2009

El Coronel Martín Marrero

Sin fecha: El Coronel del Ejército Libertador Martín Marrero Rodríguez, quien fuera amigo personal del apóstol de la independencia José Martí.

1 comentario :

  1. La foto del Coronel Martín Marrero me trajo a la memoria el que durante mi niñez (a los 9 años), comencé a cobrar los recibos del periódico local "El Heraldo Santiaguero", a cuyo propietario, Luis Pérez Alvarez recuerdo con tanto cariño. Resulta que el Coronel Martín Marrero era suscriptor de dicho periódico y era el único, entre los cientos de suscriptores que, al pagarme el recibo, me añadía cinco centavos de propina. Se imaginan ustedes todo lo que un niño podía hacer en ese año 1940 con cinco centavos. Por ejemplo, como era asociado del Centro de Instrucción y Recreo el precio de admisión en una tanda de domingo, que comenzaba a la una de la tarde y terminaba a las siete y media de la noche, después de exhibir los anuncios de vistas fijas, el noticiario, tres o cuatro "muñequitos", una película de cow-boys, (Tom Mix, Buck Jones, Gene Autry, etc. etc.), un episodio de serie (todos los domingos ponian un capítulo) (Flash Gordon, Roldan El Temerario, Chan Li Po el célebre detective chino, etc. etc.) una comedia de una pandilla de chicos neoyorkinos llamada Los Chicos del Bowery, una película de El Gordo y El Flaco, o Red Skelton o Bob Hope, pero el banquete grande era cuando también ponian una pelicula de Tarzán. La gritería que armábamos era tremenda, pues bien, para seguir con mi anécdota, esa entrada, al ser asociado del Centro me costaba tres centavos, ya que la entrada regular era de cinco centavos y los aasociados teníamos una bonificación del 50% en todas las funciones de cine y obras de teatro. Con los dos centavos restantes de los cinco que me obsequiaba el Coronel Marrero, me compraba un helado de un centavo, con barquillo y todo y podía escoger una bola de cualquier helado, bien fuera mantecado, chocolate, mamey, coco, pina, zapote, mango, guanábana (el de zapote era mi favorito) y con el otro centavo compraba maní tostado, que se lo enterraba a la bola de helado. Todo eso era posible, gracias a la generosidad del Coronel Dr. Martín Marrero, que tenía ese gesto tan fino y bondadoso conmigo.

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